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¿Cómo influye la testosterona en la función cerebral y la regulación del estado de ánimo?

La intrigante historia de la testosterona es realmente diversa, y está inextricablemente ligada a la comprensión de la virilidad masculina y la función de los testículos.

Durante miles de años, los propietarios de granjas han reconocido que castrar a los animales domésticos los hace infértiles y más dóciles y disminuye en gran medida su capacidad sexual.

Sin embargo, hasta la década de 1930 no se supo que lo que perdían estos animales era una sustancia específica que ahora se conoce como testosterona.

La testosterona desempeña un papel fundamental en el desarrollo de los órganos sexuales masculinos incluso antes del nacimiento. Durante la pubertad, se convierte en una hormona crucial responsable de iniciar el desarrollo de las características sexuales secundarias, como el crecimiento del vello corporal y el engrosamiento de la voz. Además, la testosterona:

  • Se asocia a comportamientos agresivos y dominantes en los hombres.
  • Se une a los neurotransmisores para estimular el crecimiento muscular y la síntesis de proteínas.
  • Aumenta y mantiene la densidad ósea cuando los niveles son elevados.
  • Ayuda a los hombres a quemar grasa de forma más eficaz que las mujeres.
  • Favorece la producción de glóbulos rojos, lo que es beneficioso para la salud del corazón.
  • Influye en las funciones cognitivas y los procesos de pensamiento del cerebro.

La diversidad y el alcance de la investigación científica sobre la testosterona y sus efectos en diferentes partes del cuerpo son enormes.

Hoy en día, la testosterona desempeña un papel imperativo en el desarrollo embrionario, la función cerebral, el comportamiento sexual, los músculos, los huesos y los estados emocionales.

Producida por las células de Leydig en los testículos, la mayor parte de la testosterona se segrega al torrente sanguíneo, desde donde puede viajar hasta el cerebro. Parte de la testosterona permanece en los testículos, creando un entorno propicio para la producción de espermatozoides maduros.

1. El papel influyente de la testosterona en la función cerebral

Numerosos estudios han demostrado que existen receptores de testosterona en nuestro cerebro, que influyen en nuestros procesos cognitivos y patrones de comportamiento. Muchos de estos efectos están relacionados con el comportamiento sexual, sobre todo en los varones. Cada vez hay más pruebas que sugieren que la testosterona influye en ciertos aspectos de la cognición y el estado de ánimo, una faceta indispensable de la función cerebral.

Los hombres con niveles óptimos de testosterona suelen mostrar mejoras en la capacidad cognitiva y la memoria. Por el contrario, la deficiencia de testosterona puede provocar debilidad física y letargo, lo que repercute negativamente en sus actividades cotidianas y su rendimiento académico. Estas deficiencias también pueden afectar gravemente a la autoestima, especialmente durante la adolescencia.

Las investigaciones sobre los efectos de la testosterona, como un notable estudio realizado por Harvard sobre el comportamiento sexual de los lagartos, revelan que la testosterona influye directamente en el cerebro. Normalmente, cuando un macho y una hembra de lagarto se encuentran juntos, muestran comportamientos específicos que indican interés y dan lugar al apareamiento. El macho exhibe una piel de color brillante en la parte inferior del cuello, conocida como papada, y realiza movimientos repetitivos de empuje. La hembra corresponde con movimientos similares, aunque menos intensos. Finalmente, el macho agarra el cuello de la hembra con la boca y se produce el apareamiento.

Sin embargo, los lagartos macho castrados, cuando se les presenta una hembra, se comportan como si su presencia les resultara indiferente: no extienden la papada, no realizan movimientos repetitivos y, desde luego, no se aparean.

Curiosamente, cuando se introdujo una cantidad ínfima de testosterona en una parte específica del cerebro del lagarto macho castrado responsable de los comportamientos sexuales, éste reanudó todos sus comportamientos normales a pesar de tener niveles indetectables de testosterona en el torrente sanguíneo. Esta prueba contundente afirma que la testosterona afecta directamente a la función cerebral.

La investigación moderna ha descubierto que la testosterona puede mejorar la memoria espacial y la calidad de vida en general de los pacientes varones con enfermedad de Alzheimer. Las pruebas sugieren que la testosterona tiene efectos neuroprotectores en los hombres mayores, aunque puede existir un nivel óptimo, más allá del cual podría tener consecuencias perjudiciales.

En cuanto al mecanismo subyacente, los efectos neuroprotectores de la testosterona pueden atribuirse a su conversión en estrógenos dentro del cerebro; alternativamente, podría deberse a que la testosterona se une directamente a regiones con una alta densidad de receptores de andrógenos, como el hipocampo (crucial para la formación de la memoria).

2. El papel de la testosterona en la regulación del estado de ánimo

Se ha demostrado claramente que las hormonas sexuales, incluidas la testosterona y el estrógeno, influyen en las funciones cognitivas y en las respuestas sociales y emocionales.

Consideremos, por ejemplo, que las mujeres tienden a ser más hábiles a la hora de expresar emociones y reconocer expresiones faciales, mientras que los hombres muestran patrones de expresión y reconocimiento emocional diferentes. Esto puede atribuirse en gran medida a las hormonas sexuales dominantes en cada sexo: el estrógeno en las mujeres y la testosterona en los hombres.

Los niveles elevados de testosterona pueden asociarse con una disminución de la empatía y un aumento de la agresividad, lo que repercute negativamente en el funcionamiento socioemocional.

Curiosamente, mientras que la baja función sexual y la depresión asociada son más frecuentes en los hombres, las mujeres con niveles de testosterona intrínsecamente más bajos son más sensibles a sus fluctuaciones.

Las investigaciones han demostrado que la testosterona amplifica la respuesta de un individuo a la ira, mientras que disminuye su respuesta al miedo. En comparación con los individuos con niveles bajos de testosterona, los que tenían niveles más altos presentaban una mirada más prolongada ante los rostros enfadados y una interacción más fugaz con los temerosos.

Un estudio de manipulación de fármacos descubrió que la testosterona aumentaba la frecuencia cardiaca de las mujeres cuando veían caras enfadadas. Sin embargo, afectaba negativamente a su capacidad para identificar con precisión esas expresiones emocionales.

Estudios de neuroimagen han hallado una correlación significativa entre los hombres con mayores niveles de testosterona y una mayor activación de la amígdala -la región del cerebro asociada al procesamiento de las emociones negativas- al ver caras enfadadas.

Basándose en estos hallazgos, vanHonk y sus colegas propusieron que la testosterona puede amortiguar la respuesta de evitación inducida por estímulos que provocan miedo (menor duración de la mirada) y potenciar la respuesta agresiva desencadenada por estímulos que provocan ira (aumento de la frecuencia cardiaca, mayor activación de la amígdala, menor precisión en el reconocimiento, duración prolongada de la mirada), lo que en última instancia provoca un aumento del comportamiento agresivo.

En resumen, la testosterona no sólo influye en las funciones cognitivas y tiene efectos neuroprotectores en el cerebro, sino que también influye significativamente en la expresión emocional, fomentando el comportamiento agresivo y las reacciones individuales ante expresiones faciales de enfado.

3. Tres grupos demográficos que pueden presentar niveles bajos de testosterona

Mayores de cuarenta años

La producción de testosterona está estrechamente ligada a la edad; a medida que las personas envejecen, sus cuerpos suelen segregar menos de esta hormona crucial. Especialmente en los hombres que pasan de los cuarenta, los niveles de testosterona tienden a disminuir cada año aproximadamente 1,6%. Cuando llegan a los cincuenta o sesenta años, su concentración de testosterona puede ser notablemente inferior a la de sus homólogos más jóvenes.

Esta disminución de la testosterona puede contribuir a los síntomas relacionados con la edad, como el aumento de peso, el insomnio y el aumento de la sudoración durante la actividad física. Además, muchos hombres también informan de una notable disminución de la función sexual después de los cuarenta años.

Personas con sobrepeso

La obesidad puede correlacionarse a menudo con un nivel bajo de testosterona, una situación que suele denominarse síndrome metabólico. Las condiciones crónicas de salud precipitadas por la obesidad, como la hipertensión, la hiperlipidemia y la hiperglucemia, pueden suprimir la producción de testosterona del organismo. En consecuencia, para no obstaculizar la evolución de los caracteres sexuales secundarios, las personas con sobrepeso deben dar prioridad a la pérdida de peso.

Aunque el envejecimiento reduce de forma natural la síntesis de testosterona, las elecciones de estilo de vida también desempeñan un papel crucial. Factores como una dieta poco saludable, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol pueden influir negativamente en los niveles hormonales.

Hombres con caracteres sexuales secundarios no aparentes

Dado el importante papel de la testosterona en el desarrollo humano, los hombres deficientes en esta hormona tienden a tener características sexuales secundarias menos evidentes. En general, pueden mostrar rasgos masculinos menos definidos. Esto puede atribuirse a varias razones, como los efectos de ciertos medicamentos o condiciones hereditarias. Además, las complicaciones con la síntesis de testosterona pueden dar lugar a síntomas similares.

Si usted o alguien que conoce experimenta una regulación notable de los niveles de testosterona, es fundamental mantener la calma, respetar la intimidad de la persona y abordar el asunto de forma constructiva.

 

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